Para aquellos que aún no habéis ido a una feria como artesanos o simplemente tenéis curiosidad, os dejo en esta entrada mis impresiones sobre la feria de miniaturas Tom Bishop de Madrid, pues a falta de un buen tutorial sobre el tema en cuestión, al menos os puede servir de ayuda y a mí de desahogo.
Viernes 18:00 horas.
Cuando llegamos a Madrid camino del hotel donde iba a celebrarse la feria, me perdí con el coche. Madrid es una ciudad maravillosa si vas a disfrutar, pero es una ciudad infernal para conducir, donde estoy segura de que hay más coches que personas, y la amabilidad de los conductores brilla por su ausencia, así que cuando llegamos a un cruce indescifrable casi se me saltan las lágrimas.
Nos quedamos en el mismo hotel de la feria, pues nos aseguraron que tenía parking, y ciertamente lo tenía. Se llegaba a él a través de un bucle imposible en vertiginosa rampa. Y allí estaba yo encajada con mi Kia Carnival nipalante-nipatrás y los nervios a flor de piel.
Ya que estábamos atrapados, decidimos descargar las escenas en el salón de convenciones. Después, conseguimos sacar el coche (aún sigo sin saber cómo lo logramos) y nos fuimos a aparcar al Palacio de los deportes. (75 € el fin de semana)
Respecto al hotel, es muy caro (239 € en total las dos noches) y está sin terminar. Había manchas de cal en el baño y parecía que el albañil acababa de darse una ducha. Por no hablar del frío que pasamos en la habitación. (¡Hacía tiempo que mi marido y yo no nos abrazábamos tanto!)
Con respecto a la organización de la feria, considero que faltaba información, de modo que nos tuvimos que apañar de forma intuitiva, y aunque no era difícil, siempre es agradable que después de cobrarte 260 € por poner una mesa, alguien se digne a saludarte y decirte que si necesitas algo se lo pidas.
Me había pasado medio año soñando con esta feria, diseñando la mesa, los expositores, las joyas, la bisutería, ¡hasta las etiquetas de los precios!. Sacamos las escenas poco a poco y casi dos horas después, cuando por fin vi la mesa montada, quedé bastante satisfecha con el resultado. Yo misma no había contemplado nunca mis escenas juntas, y me sentí orgullosa.
Al irnos por fin a tomar una cerveza, muchos artesanos habían terminado también de colocar, y pude dar una vuelta para hacerme una idea de lo que había. Y ahí empezaron los nervios otra vez. Me pasé la noche preguntándome ¿estaré a la altura?, ¿haré el ridículo?,¿no serán mis fotografías más bonitas que las escenas en vivo?, ¿vendrá alguien a verme?, ¿venderé algo?, ¡ojalá necesite la calculadora!, ¿a qué hora se comerá?, ¿estará bien mi pareja?, ¿me hace gorda este jersey?...
Sábado 11:00 horas. Entran los coleccionistas
¡Lo que hace la ignorancia!, yo creía que los coleccionistas eran personas con monóculo, nariz elevada y chaquetas de tweed. Y no, son personas normales que prefieren pagar un poco más por la entrada, para poder ver las miniaturas con tranquilidad y sin aglomeraciones.
Al principio tenía una cara de circunstancias que flipas. La sensación es de desnudez total, porque tu trabajo (que es parte de ti mismo) está siendo sometido a examen.
Pero en seguida vino expresamente gente a verme, y empecé a relajarme y a disfrutar.
Mercedes de
Pekeñeces (una tienda de Madrid que no tiene nada que ver conmigo, pero espero que la confusión de nuestros nombres, le haya beneficiado más que perjudicado), me riñó, pues considera que vendo barato. Y eso es otra cosa interesante de ir a una feria. Nos sirve para tener una referencia de los precios.
Yo soy profesora de instituto, afortunadamente no vivo de las miniaturas, mis precios cubren los gastos, pero no las horas de trabajo, ni la exclusividad de la obra.
Vender mi obra es una forma de financiar esta afición, de modo que cuando compráis una escena, en realidad es como si estuvierais haciendo una colaboración de crowdfunding.
A partir de la una, entraba el resto de público, y ahí fue cuando la cosa se animó de verdad.
A lo largo de los dos días pasaron a verme un montón de personas maravillosas que me mostraban su aprecio (incluso con regalos que os mostraré a su debido tiempo). No quiero decir nombres pues me da un miedo enorme olvidarme de alguien, pero quiero que sepáis que me he sentido entre amigos.
Cuando dije que iba a venir a esta feria, una chica muy sabia, me dijo: pues no te preocupes por las ventas y dedícate a disfrutar.
Ahí fue cuando comprendí que este viaje era una oportunidad para exponer mi trabajo (que con mi personalidad, ya es un enorme avance), una oportunidad para conocer a esas personas con las que comparto algo que es más que una afición para mí, pero desde luego, no para ganar dinero (70 € gasolina + 260 € mesa + 239 hotel + 75 parking = 644 € es lo que ha supuesto venir, y no hemos sacado ni para el hotel, para que os hagáis una idea)
Por las pelas, no estoy triste, ni preocupada. Ya os digo que no vivo de esto, y la experiencia ha sido alucinante, pero me he fundido casi la extraordinaria de Navidad ;-). Por tanto, desde el punto de vista material ha sido ruinoso, desde el espiritual absolutamente enriquecedor.
Si el hotel pusiera facilidades y tuviera un parking decente, me podría plantear volver, pero si quiero mostrar mis escenas, sólo es posible llevando un coche grande. Por no hablar del tute que supone estar toda la semana trabajando en el instituto y pasar el fin de semana trabajando también, para hilar con otra semana de trabajo sin descansar. En definitiva, veo difícil volver como artesana, pero seguro que vuelvo como aficionada.
Espero que este pseudo-tutorial sobre supervivencia, os haya servido de algo.
Un abrazo y mil gracias por vuestra amistad.
Sin duda, me llevo mucho más de lo que ofrezco.